Parecía estar viviendo un flashback, pero ahora no era un achuchón desde atrás, con su mano izquierda apretando mi pecho y la derecha metida en el bolsillo del pantalón, a la vez que me susurraba dirty things al oído.
Esta vez era más dulce, como un abrázame por favor, de esos en los que sientes el olor a perfume en su pelo, la tersura de su delicada piel color de alabastro rodeándote con firmeza, frágil y delicada, un instante de los que te gustaría no despertar durante horas.
Espero que, en esta ocasión, la suave sensación sea más duradera, y que Adele no nos deje compuestos y sin su música, con la misma estúpida pasión y descontrol que lo hizo Amy...
Dos mujeres, dos historias, dos divas.
A una ya sólo podemos recordarla, de la otra se esperan grandes momentos, como éste:
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